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Si volviésemos la vista atrás, a cuando estudiábamos en el colegio, podríamos recordar que existían unos niños más proclives que otros a hacer que el resto de sus compañeros los siguieran. Los demás los admiraban porque tenían un carisma especial y eran capaces de mover a todo un grupo por algún interés particular, se presentaban a delegados de clase o eran los encargados de coordinar los proyectos que se hacían en común. A menudo podemos llegar a pensar que para ser un líder tienes que haber nacido con las características y la inteligencia adecuadas, que no todo el mundo sirve.

En el mundo de los negocios se escuchan historias sobre personas altamente inteligentes y con grandes habilidades que fueron ascendidas a puestos de liderazgo y fracasaron en su tarea; mientras que otros no tan inteligentes ni tan brillantes en la misma situación fueron capaces de desarrollar su trabajo con éxito. Estas anécdotas suelen reforzar la creencia de que encontrar a un líder con “lo clave” es un arte. El líder entonces, ¿nace o se hace?

Daniel Goleman, el gurú de la inteligencia emocional, nos comparte estas palabras sobre ¿Qué hace a un líder?:

Una persona puede tener un cociente intelectual elevado y una formación técnica impecable pero ser incapaz de dirigir un equipo hacia el éxito. Sólo pueden ser líderes efectivos quienes tienen inteligencia emocional, es decir, la capacidad para captar las emociones del grupo y conducirlas hacia un resultado positivo. Pero hay una buena noticia: esta noticia se puede aprender y cultivar en las organizaciones.

¿Cuáles son estas características en las que debemos enfocarnos?

Este profesor de Harvard describió cuatro componentes de la inteligencia emocional inicialmente pero, las desglosó posteriormente en cinco partes para una mejor aplicación al ámbito laboral.

• La conciencia de uno mismo es el primer componente de la inteligencia emocional. La autoconciencia significa tener un profundo entendimiento de nuestras emociones, fortalezas y debilidades, necesidades e impulsos. Las personas con una fuerte autoconciencia no son demasiado críticas ni tampoco tienen esperanzas irreales. Más bien, son honestos consigo mismos y con los demás. Esta habilidad nos puede venir muy bien para no fijar unas expectativas demasiado altas en nuestro equipo de trabajo.
• El autocontrol es el componente de la inteligencia emocional que nos libera de ser prisioneros de nuestras emociones. Las personas que tienen control sobre sus emociones e impulsos son razonables y capaces de crear un ambiente de confianza y equidad. Además, quienes controlan sus emociones son capaces de manejar mejor los cambios. Imagina que eres el Jefe de Servicio de Urgencias de un hospital y tu equipo médico te comenta un problema en la coordinación con enfermería, un líder con autocontrol sería capaz de suspender sus propios juicios y abrirse a escuchar las propuestas que le hacen para mejorar ese conflicto que ha surgido.
• Si hay una cualidad que casi todos los líderes poseen es la motivación. Las personas con una alta motivación a conseguir sus logros permanecen optimistas, incluso cuando la calificación de su desempeño esté en su contra. El optimismo y el compromiso organizacional son fundamentales para el liderazgo. La pasión por el trabajo puede hacer que te fijes una meta alta. Y si te la fijas a tí, se la vas a fijar también al resto de tu equipo. Y el interés y el impulso por alcanzar las metas es contagioso.
• La empatía ¡Qué palabra tan de moda y manida! Parece ser la característica más fácil de distinguir, ¿no? Pero, la empatía para un líder no significa adoptar las emociones de los demás como propias. Esto sería una pesadilla y haría de ejecutar una acción una tarea imposible. Por el contrario, empatía significa considerar los sentimientos de los empleados en la toma de decisiones.El líder de un equipo debe ser capaz de entender e interpretar los puntos de vista de todos los que forman el grupo de trabajo.
• Las habilidades sociales son la culminación de las otras dimensiones de la inteligencia emocional. Es la pericia en el manejo y construcción de las relaciones sociales, es la habilidad para encontrar un espacio común con otras personas y despertar simpatía. Las habilidades sociales son consideradas una capacidad clave en el liderazgo ya que los líderes deben ser capaces de manejar las relaciones interpersonales de forma efectiva.

¿El líder nace o se hace?

Pues ambas cosas. El líder nace porque una persona puede venir con estas características de manera innata. Existen estudios científicos donde se ha observado una fuerte relación entre la genética y las habilidades sociales pero, además, el líder se hace, porque todos podemos entrenar estas capacidades y ser iguales de buenos que quienes no tuvieron que trabajar en ellas por cuestiones de nacimiento.

Es importante poner énfasis en que la construcción de la inteligencia emocional propia no puede ocurrir sin un profundo deseo y esfuerzo; no puede aprenderse en un cursillo. Sería recomendable ponernos en mano de un profesional que nos eduque en ello, como un psicólogo o los tan actualmente en boca “coach”.

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